En un artículo reciente hablábamos acerca de cómo mantener un espacio organizado, o sea, qué sigue “después de que ya me organicé”.
La verdad es que la organización es un proceso continuo, y para nuestra gran desilusión, nunca se acaba. Siempre compramos cosas nuevas, las que tenemos se van dañando o gastando, las cosas se usan y se desordenan, o dejan de gustarnos, o de estar de moda. Por lo tanto, siempre tendremos un proyecto de organización en nuestra lista de pendientes, probablemente más pequeño que al inicio porque ya aprendimos a dar mantenimiento a nuestros espacios, y a ser más conscientes de lo que dejamos entrar en nuestro hogar, pero siempre habrá algo qué hacer.
En ese artículo, introduje un par de conceptos de manejo del tiempo y productividad, asociados con la organización del hogar: la proactividad y la reactividad. Estos son dos estilos de organización muy diferentes, y no quiere decir que uno sea malo y el otro bueno, simplemente son diferentes. Vamos a detallarlos.
Organización reactiva
Organizamos de manera reactiva cuando “reaccionamos” ante cierta situación, cuando talvez hemos dejado pasar mucho tiempo sin ordenar un espacio, y de pronto vienen visitas, o viene alguna persona a hacer una reparación (fuga bajo el fregadero?), y nos damos cuenta del estado de desorden en que tenemos esa área. O talvez la casa está en relativo estado de orden, pero de repente “vemos” todas las cosas que se han acumulado sobre la mesa, sin que nos diéramos cuenta.
Entonces nos armamos de coraje, y en un momento ordenamos todo lo que se había salido de lugar. Este es el tipo de mantenimiento “urgente” del que hablaba en el artículo mencionado arriba. Tiene la ventaja de que la diferencia se nota mucho y nos da mucha satisfacción. Pero tiene una gran desventaja, y es que hay una línea muy delgada entre dar un mantenimiento de urgencia, y tener que rehacer todo desde el principio, y con mucha facilidad los espacios se salen de control. A veces incluso nos paralizamos, no sabemos cómo entrarle, y ahí comenzó el elefante a hacerse grande grande grande y a extenderse por toda la casa.
Organización proactiva
Al otro lado del espectro tenemos la organización proactiva. Es cuando hacemos las cosas “antes de que sea absolutamente necesario”, cuando dividimos nuestras sesiones de organización en pequeños tractos, en sesiones cortas de 10 ó 15 minutos, o cuando fraccionamos la habitación o lo que tengamos que organizar en secciones como un cajón, o la superficie de un solo mueble. La organización proactiva es más rápida, porque al hacerse de manera continua, sin esperar a que todo esté hecho un caos terrible, no habrá mucho que ordenar.
La organizacion proactiva funciona muy bien para personas que tienen tendencia a paralizarse ante un gran desorden. También, si no disfrutas el proceso de organización (sé que parece raro, pero habemos quienes amamos organizar un gran desorden jaja!), es mejor que lo hagas de a poquitos, bajo la filosofía de “al mal paso darle prisa”. O si simplemente no te es posible sacar todo un día o toda una mañana para ordenar un espacio.
Ninguno de estos dos estilos o enfoques está correcto o incorrecto. Simplemente son dos maneras diferentes de solucionar un mismo problema.
En mi caso, combino los dos estilos dependiendo del área que sea. Por ejemplo, prefiero darle mantenimiento continuo (diario) a la mesa del comedor, los sillones, la cocina y los baños. Por ejemplo, justo antes de ducharme, reviso a ver si hay alguna botella de shampoo vacía, o rápidamente reordeno los recipientes de gel para el cabello, cremas y otros que tenemos en una mesita, o reacomodo los paños (toallas) limpios de manera que no estén torcidos o mal doblados.
Pero en otras áreas, parece que el desorden no me estorba tanto, sino hasta que ya se hace demasiado evidente. Entonces es cuando se me hace imposible comenzar a trabajar sin antes ordenar mi escritorio, le dedico dos horas, y lo dejo impecable. Lo mismo con el “cuarto del terror”. Generalmente está ordenado de forma aceptable, sé dónde está todo, se puede caminar dentro de él, etc. Pero a veces, por una circunstancia u otra, se sale de control, y entonces cuando lo veo así, prefiero cerrar la puerta y hacerme de cuentas que no existe. Hasta que no lo soporto más y entonces le dedico todo un día y lo dejo como nuevo.
Sin importar cuál sea tu enfoque preferido, recuerda que antes de iniciar cualquier proyecto de organización, sea pequeño o grande, de mantenimiento o de emergencia, debemos seguir la “regla de oro de la organización“, y es eliminar las cosas que no necesitamos. Si no eliminamos, nuestro proceso de organizar un espacio se convertirá más bien en un mover para acá y para allá, acomodar y esconder en cajitas y recipientes y canastitas, cosas innecesarias. Y eso no es organizar.
Ponlo en práctica!
Analízate y encuentra tu estilo de organización, y ponte en acción hoy mismo! Escoge un espacio, cualquiera, y dedícale tiempo hoy. No mañana ni el fin de semana, hoy mismo! Si hoy no tienes mucho tiempo, tienes dos opciones:
- Escoger otro espacio más pequeño: una repisa/balda, una pila de camisetas, una sección de la despensa.
- Realizar una tarea corta como parte de organizar un espacio grande: retirar la basura evidente, realizar un escaneo rápido en busca de cosas que no pertenenzcan a ese espacio, levantar las cosas del piso, pasar la escoba.
La cosa es hacer algo hoy, para poner en movimiento esas ruedas que a veces parece que se atascan.
Adelante, tú puedes!