Con mucho orgullo debo decir que mañana cumplo UN MES de hacer mi cama tooooodos tooooodos los días, sin saltarme NI UNO.
Esto es un gran logro para mí, ya que nunca he tenido la costumbre de tender o hacer la cama en la mañana. Ni de niña, ni de adulta soltera, ni luego de casarme, NUNCA.
Pero estoy incorporando nuevos hábitos en mi rutina diaria, y decidí que iba a probar hacer la cama cada mañana.
No es que nuuuuunca ordenara mi cama. Lo normal era volver del trabajo a medio día, y con ese calor y esa pereza, ordenaba mi cama. Antes, cuando trabajaba todo el día, lo normal era que la cama se ordenara solamente los fines de semana. Y para ser sincera, a veces ni eso.
Pero es que no es lo mismo ordenarla en la mañana que ordenarla a cualquier otra hora del día. El solo hecho de llegar a la casa y ver el cuarto hecho un desastre, me hacía sentir fracasada y aperezada, sin siquera darme cuenta.
Así que bueno, un día decidí que iba a ordenar la cama en cuanto me levantara.
Lo hice rápido, sin perfecciones ni mucho detalle, porque lo que quería era simplemente marcarlo en mi cabeza como “hecho”.
Al día siguiente igual, y al otro igual.
Y luego de varios días me di cuenta de que me toma entre 30 segundos y 1 minuto, invariablemente.
El sábado, día en que debía cambiar las sábanas, me tomó 5 minutos cambiar toda la ropa de cama, poner las sábanas bien extendidas, las esquinas bien hechitas, todo muy bien. 5 minutos!
Y me puse a pensar por qué había tenido tanta resistencia a hacer esto toda mi vida.
Hubo una época en que quise implementar este hábito, pero mi esposo se levantaba después de mí. Y ya por haber salido del cuarto, no regresaba a él sino hasta la noche.
Pero ahora no tenemos ese problema porque ahora soy yo quien se levanta de última.
Así que esta vez decidí que iba a hacerlo en cuanto me levantara.
Y llevo un mes! HURRA PARA MÍ! jajaja!
A veces me gana mi antigua costumbre y se me olvida. Pero en cuanto salgo del baño, veo mi cama y pienso: “si ya lo he hecho tantos días, qué me cuesta hacerlo hoy también?”.
Aunque ya esté tarde para el trabajo, aunque esté sonando el teléfono en la planta baja, acomodo las almohadas, y extiendo el sobrecama, a veces todo en 10 segundos, pero ya quedó hecho.
Así logro obtener un éxito, aunque no haya acabado de despertarme.
Y eso le cambia la cara a mi día. Y a mí también 🙂